Corteza Amarga

«Nada nuevo, por otro lado, en la crónica de disertaciones del impopular, igualmente amado y repudiado, doctor Ellyas Thanous. Nada nuevo en su exposición, y nada nuevo en la plena satisfacción de su quejumbroso público, el cual, sin explicitarlo de viva voz, había venido a disfrutar de una tarde de circo. Y una tarde de circo fue lo que halló. Y el galeno, como el más eminente de los presentadores infames, abandonó entonces la pista central empujando él mismo su pesado experimento. Henchido su rostro de un triunfo perturbador».

La crónica de un experimento imposible.

Fue el 4 de agosto de 1918,

cuando la prensa local de Salt Lake (en Utah, EE.UU.) recogía la aparición de un misterioso individuo que, surgido de las entrañas de un vasto bosque cercano, alcanzaba la humilde ciudad de Fremont en unas condiciones del todo deplorables, y asegurando ser el profesor Baltazar Penrose, un eminente docente de la Universidad de Boston que había sido dado por desaparecido junto a otros cuatro notorios intelectuales de incierto destino.

Según pudo esclarecerse en investigaciones posteriores, los cinco integrantes habían sido partícipes de un exótico experimento en el que el doctor Ellyas Thanous (un impopular neurocirujano desaparecido junto al resto de los mencionados, cuyos polémicos ensayos científicos lograban despertar en los círculos académicos igual admiración que desprecio) había actuado como promotor.

Sin embargo, lo más asombroso de esta crónica no es que aquel extraño de los bosques, a pesar de la férrea convicción que demostraba sobre su propia identidad, apenas guardara un parecido con el profesor Penrose más allá de una muy leve semejanza familiar; ni que su testimonio sobre lo ocurrido en el incidente tras aquel malsano experimento fuera ignorado por todos los alienistas que lo trataron, lo declararon trastornado y, muy poco después, decidieron internarlo en una institución mental para poner remedio a su indómita afección; sino que tan sólo transcurrieron cinco días desde que fuera anunciada su pérdida hasta la noticia de su insólita reaparición, cuando él mismo aseguraba haberse hallado vagando por aquellas espesuras no menos de setenta noches con su correspondiente amanecer.

Esta es la crónica de un experimento real, aunque muchos se empeñen en afirmar lo contrario.