El mercader de calamidades


Imagen original de https://www.facebook.com/JJcanvasArt

Muchos años pasaron ya desde la última vez que el mercader de malos presagios visitó nuestra hambrienta ciudad. Quién sabe, quizás su ausencia sea la culpable de todos nuestros pesares.

Cuentan los más ancianos que el carromato del viejo aparecía siempre al anochecer, y se marchaba al alba. Nadie sabe de dónde venía, nadie sabe a dónde se dirigía; pero todos saben que siempre regresaba. Su mercancía la formaban los malos augurios; su carroza llegaba repleta de sombríos vaticinios, promesas por cumplir de hambre y enfermedad, edades enteras de calamidad, tormentos, sequías e insoportable malestar. El viejo siempre vendía lo mejor de lo mejor, y los lugareños satisfacían sus precios con oro, viandas o sus propias almas.

Un amanecer, el mercader se marchó para nunca más volver. Desde ese día, ya no hay nadie que mercadee con los malos presagios, nadie que se lleve consigo los pronósticos más dañinos ni las profecías más funestas. Desde entonces, aves tenebrosas de hambre y decadencia sobrevuelan los tejados de nuestras humildes casas.

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