
«Ahorrad vuestros inútiles sermones pues de nada me sirven ya. Soy el único responsable de mis actos, soy el único conocedor de sus consecuencias.
Si estás leyendo esta nota es porque no fui capaz de sobrepasar su autoridad; porque mi mente fue débil y su embrujo poderoso. Si tus ojos trotan sobre estas líneas ensangrentadas es porque su reflejo en el cristal resultó tan bello, que mi naturaleza humana fue incapaz de soportarlo.
Las advertencias se leían claras en aquellos versos malditos; las exclamaciones sobre lo que despertaría eran tan acertadas como abominables, pero el ritual resultó el adecuado y su ejecución, extraordinaria. ¿Y es que acaso se le puede negar a un humilde y dedicado siervo el contemplar la belleza oculta del universo?
Lo único que habré lamentado es no permanecer para ver lo que queda más allá de ese reflejo, lo que no puede definirse con palabras ni abstracciones, lo que desde ahora debe habitar los cimientos de esta morada. Quizás tú si puedas darle la bienvenida, si es que eso resultara mínimamente posible».
—Nota encontrada junto a un cuerpo sin vida y de imposible identificación, rubricada por el puño y letra del doctor Elias Thanous, como última prueba de su existencia, el 30 de julio de 1918, Boston.