
«Hoy he visto a Dios, y Dios me ha permitido el admirar su gracia. Su rostro es tan inabarcable como lo son los límites del universo, y su belleza resulta tan insoportable como lo fueran los propósitos de su creación.
Hoy he oído a Dios, y Dios me ha permitido escuchar la sinfonía de las flautas que lo mantienen adormecido. Su clamor es tan puro y tan exquisito se aprecia su lenguaje, que mis oídos han cedido ante su melodía incomensurable.
Hoy he descubierto a Dios, y Dios ha compartido sus sueños entre mis pesadillas. Sus designios son tan incomprensibles y su sabiduría tan irresistible, que noto ahora mi cerebro hirviendo dentro de mi cráneo.
Hoy he conocido a Dios, y Dios me ha regalado la muerte».
—Últimas palabras del Sumo Sacerdote Imhotep recogidas por uno de sus más leales escribas en el último de sus rituales, cerca del año 2610 A.C.