Los hijos de Abhoth

«Los veo con total claridad, Doctor. ¡Con total e inmaculada claridad!

Mi jefe, el adinerado Dickens. ¡Es uno de ellos! Y mi vecino, el de la tercera planta… ¡También!¡Es de ellos! El reverendo Marshall… Por favor, no… El reverendo Marshall ¡no es uno de los nuestros!
Ya se lo he dicho a todos ustedes, loqueros que me atomertan. Se lo he dicho a todos ¡hasta en cien ocasiones!

¡Están entre nosotros! Los hijos de Abhoth, sus despreciables y repulsivos vástagos ¡viven entre nosotros! ¡Calzan nuestras mismas pieles! ¡Visten nuestras mismas ropas! Hablan nuestras mismas lenguas, pero no. ¡No son de los nuestros!¡No son de los nuestros!

Aquel brebaje inmundo. Aquella pócima agria retiró de mis ojos el velo de falsedad que los cubría y los maldijo con el don de la clarividencia. Desde ese día los hijos de Abhoth me persiguen porque saben que yo sí les veo, porque saben que yo sí les entiendo, porque conozco sus oscuros propósitos. 

Me persiguen con sus cuerpos marchitos. Me persiguen con sus lenguas de gusano y me chillan en su idioma nauseabundo. Me miran con esos inmundos ojillos vestigiales. Con esos ojillos… ¡Como los suyos! ¡Como los suyos!

¡Socorro! ¡Este loquero es uno de ellos! ¡Socor».

—Transcripción recogida en magnetófono de la última entrevista realizada por el Dr. Enric Lefou a uno de los residentes fallecidos en extrañas circunstancias en el Hospital Psiquiátrico Deva, en Pensilvania, el 16 de julio de 1934.

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