Brithias, el osado

Imagen original de https://cinemamind.deviantart.com

«La lección más importante que deben aprender los adeptos de este culto imperecedero es la absoluta resignación ante los designios del Corazón del Mundo. El discípulo puede sentir encontrarse preparado para recibir las dichas de su Señor, aunque ello no indique que Éste lo acepte como uno de sus iniciados. El joven Brithias, impaciente, ignorante, iluso, es el más claro ejemplo de tal osadía.

Sin aún haber completado el ciclo de estudio sobre los textos prohibidos, Brithias, el arrogante, el necio, estimó que su momento había llegado, a pesar de los constantes y entusiastas vetos de su maestro —algunos de ellos traducidos en elocuentes castigos—. Durante una de las noches apropiadas, el acólito improvisó el ritual a espaldas del resto del culto: a través de una delgada rendija hendida en su frente con el filo vivo de una navaja, Brithias arrancó toda la piel de su cuerpo con sus propias manos, en un grotesco espectáculo de alaridos y manantiales de sangre, a partes iguales. Como gesto de absoluta veneración, colocó el fresco vellocino, extirpado de una pieza, sobre el altar negro. Sin embargo, el Dios la Carne renegó de su ofrenda, alabados sean sus designios, por lo que quedó por tanto maldito.

Aún a día de hoy, las pobres gentes atormentadas de Salem rumorean que los gemidos de Brithias cabalgan entre las sombras de los pinares en las noches más frías, y que viste su descubierta figura con las pieles de los infelices que tienen el infortunio de cruzarse en su camino».

—Extracto del segundo volumen de las obras completas del barón Maximilian von Vaier, sobre uno de sus aprendices. En Salem, Massachusetts, año de 1786.

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