
«Desde bien pequeños, las doctrinas de las falsas religiones del hombre van hollando el suelo sobre el que caminamos para que nuestros pies encajen en el recto camino que nos van marcando; sus sacerdotes guardan con suma dedicación que nuestros actos enfilen siempre las sendas de la austeridad y de la culpa. De ese modo, sus arcas se van enriqueciendo de las sanciones expiatorias y sus caprichos se colman con el esfuerzo de los penitentes. En cambio, no existen distinciones, trazados rectos, purgaciones ni arrepentimientos en el arbitrio de Las Oteadoras. Y es que ni la bondad, la ingenuidad o la inocencia de nada eximen a los recién llegados del menenester que haya sido elegido para ellos.
En los dominios del Rey sobre los Doce Tronos, tu destino se mide bajo el designio de los ojos de La Oteadora Tras La Puerta. En los reinos de Yghaygha, si no eres escultor, eres escultura».
—Sobre Las Oteadoras Tras La Puerta.
1º volumen de los Tomos de Laorn, sitos en las Bibliotecas de Ónice de Celephaïs.