Y aún se atreven a llamarlos locos

«Los académicos insisten en que las demencias y otros delirios no son cosa distinta de alteraciones antinaturales en la sináptica de nuestros cerebros. Se empeñan en analizar con espectacular rigor cada una de las neuronas que conforman los delgadísimos segmentos seccionados de la masa encefálica de miserables y desahuciados. Conjeturan, hipotetizan, figuran, teorizan; aunque ninguno llega más lejos de asignar un ostentoso nombre a una dolencia aún por determinar, a la que pretenden dar remedio con meticulosas incisiones, calculadas descargas eléctricas y dosis abrumadoras de químicos experimentales. Cuando lo cierto es que todos están equivocados.

Llaman locura a la clarividencia, paranoides a los que intuyen la turbia realidad tras el Velo, esquizofrénicos a los que conectan con los del Otro Lado. Y ni la lobotomía, la electrocución, las terapias de ayuno o las sobredosis de barbitúricos lograrán nunca arrancar de sus almas esa inefable realidad que atormenta sus corazones, de la que han sido a la vez testigos y ejecutores. Son dioses. Dioses, con ojos de lechuza y oídos de serpiente. Y aún se atreven a llamarlos locos».

—Extracto del polémico ensayo «Falsum Dementia», sobre los delirios y otras patologías mentales, por el Dr. Dustin R. Schultz, Boston, Massachussets, 1906.

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