
Resolución vs. Continuación
Muchos sabéis lo que me fascina el personaje (si es que pudiéramos denominarlo así) del Rey de Amarillo, así como su infame obra teatral, introducidos ambos en la cosmogonía lovecraftiana por Robert W. Chambers.
Y es que su figura me ha hecho reflexionar sobre dos recursos narrativos que se resuelven enfrentados y que pueden dividir a las masas en dos grupos perfectamente diferenciados: la resolución contra la continuación.
¿Qué suerte de inefables verdades se representan en el drama del Rey de Amarillo, que todo aquel que asiste a su magnánima representación acaba demente de un modo del todo irremediable?
Salvo que algún osado escritor se tome la licencia de inventar la anhelada resolución del misterio, es ese enigma, precisamente, el que nutre a su figura de un embrujo embriagador. ¿Quién es? ¿Qué es? ¿Qué verdades conoce que resultan tan insoportables para la mente del hombre?
Y es que ahí es donde surge el dilema. ¿Es mejor romper el cerrojo del baúl de sus secretos para lograr satisfacer nuestra insaciable curiosidad, o preferimos seguir ignorantes de sus propósitos y, por ende, cautivos inevitables de sus misterios?
¿Resolver la tensión, o mantenerla? ¿Traspasar la línea y alcanzar el orgasmo, o permanecer en su difuso límite ‘ad eternum’? ¿Resolver o Continuar?
—Reflexiones.